Albert y la lagartija eran muy buenos amigos. Un día, la lagartija se metió en una cueva y no volvió a salir. Albert se quedó afuera, esperando a que su amigo volviera. Finalmente, se dio cuenta de que la lagartija se había metido en una cueva muy profunda y no podía salir. Así que, con gran tristeza, volvió a casa.
La moraleja de esta fábula es que no debemos ser tan confiados y dejarnos llevar por nuestros amigos. Debemos pensar por nosotros mismos y tomar nuestras propias decisiones.