Alejandra y el koala eran muy felices juntos. Todos los días, Alejandra tomaba el autobús para ir a visitar al koala en el zoo. Le traía frutas y hierbas para que comiera, y él siempre estaba contento de verla.
Un día, Alejandra llegó al zoo y vio que el koala estaba enfermo. Los veterinarios le dijeron que no podía hacer nada, y que el koala iba a morir.
Alejandra no se quiso resignar y decidió llevar al koala a su casa para cuidar de él. Con mucho cariño y cuidado, Alejandra logró que el koala se recuperara.
A partir de ese momento, Alejandra y el koala fueron inseparables. Él vivía en su casa y ella se ocupaba de cuidarlo y alimentarlo. Era muy feliz de poder estar con el koala todos los días.
Un día, el koala se enfermó de nuevo y Alejandra supo que no podía hacer nada para ayudarlo. El koala murió en sus brazos.
Alejandra lloró durante mucho tiempo, pero sabía que el koala siempre viviría en su corazón.