Alicia estaba sentada en la hierba, bajo un árbol, con su libro abierto sobre las rodillas. No había nadie a su alrededor, y el silencio era interrumpido solo por el sonido de los pájaros en los árboles. De repente, oyó unos pasos y un jadeo, y levantó la vista para ver al babuino que se acercaba.
El babuino se detuvo delante de ella, mirándola fijamente. Alicia sintió un escalofrío, y el libro se le cayó de las manos. Era como si el babuino la estuviera mirando a través de ella, leyendo sus pensamientos. De repente, el babuino habló.
«Alicia, sé lo que estás pensando. Quieres una aventura, quieres salir de este lugar boring y aburrido. Pues bien, yo puedo llevarte a un lugar mágico. Un lugar donde todo es posible. Solo tienes que venir conmigo.»
Alicia titubeó, mirando al babuino. No sabía si podía confiar en él, pero lo que él le había dicho era verdad. Quería una aventura. Y si el babuino podía llevarla a un lugar mágico, entonces ella iría con él. Así que, Alicia asintió, y el babuino la tomó de la mano.