Cristina y el rinoceronte de Sumatra eran los mejores amigos del mundo. Se pasaban el día jugando juntos en el bosque y en la noche, Cristina le contaba historias de hadas. El rinoceronte adoraba escuchar los cuentos de Cristina y soñaba con convertirse en un príncipe encantado.
Un día, un hechicero malvado se enteró de los deseos del rinoceronte de Sumatra y, para hacerlo su esclavo, le hizo un conjuro. El rinoceronte se quedó dormido y, cuando despertó, se encontró en una jaula. El hechicero le dijo a Cristina que, si quería salvar a su amigo, tendría que hacer un viaje a un país lejano y recuperar una piedra mágica.
Cristina no se lo pensó dos veces y emprendió el viaje. Al cabo de un mes, llegó a la ciudad donde se encontraba la piedra mágica. Allí, se topó con el hechicero, que estaba esperándola. Pero, en lugar de darse por vencida, Cristina le lanzó un conjuro a él y logró derrotarlo. Así, pudo liberar a su amigo rinoceronte de Sumatra.
