Fernando y la ardilla vivían en una plaza de una ciudad muy grande. La ardilla acostumbraba a trepar por los árboles y a comer algunos granos de maíz que dejaban los niños. Fernando, en cambio, era un poco más tímido y prefería quedarse en el suelo.
Un día, la ardilla vio a Fernando mirando fijamente a una casa que estaba en la plaza. La casa parecía abandonada y desde fuera no se veía nada raro, pero Fernando no dejaba de mirarla.
-¿Qué es lo que te asusta de esa casa? -le preguntó la ardilla.
-No lo sé -respondió Fernando-, me da miedo entrar y no sé por qué.
La ardilla quiso ayudar a Fernando y se ofreció a entrar primero para ver si podía descubrir qué era lo que le asustaba tanto. Fernando accedió y la ardilla trepó por la pared hasta llegar a la ventana.
Entró en la casa y vio que estaba completamente vacía, pero en la habitación de al lado vio que había un espejo. Se acercó para ver su reflejo, pero en lugar de ver su cara, vio la cara de un hombre. El hombre le sonreía, pero sus ojos eran muy oscuros y parecía que iba a salir del es