Guillermo era un niño muy curioso, y un día decidió investigar por qué las llamas son de color amarillo. Así que le preguntó a su abuela: «¿Por qué son las llamas amarillas, abuela?». Su abuela le respondió: «Las llamas son amarillas porque tienen mucho calor». Guillermo pensó que era una respuesta muy rara, así que decidió investigar más. Preguntó a su maestra, sus amigos, y hasta leyó libros sobre ello, pero nadie podía darle una respuesta satisfactoria.
Así que un día, Guillermo decidió preguntarle directamente a una llama. Él estaba un poco asustado, pero se armó de valor y se acercó a una llama de una fogata. «¿Por qué eres amarilla?», le dijo. La llama parpadeó un par de veces antes de responder: «Porque tengo mucho calor».
Guillermo sonrió y dijo: «¡Eso es lo que dijo mi abuela! ¡Gracias!» La llama parpadeó una última vez antes de apagarse, y Guillermo se fue contento, sabiendo que ahora entendía por qué las llamas son amarillas.