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Julian y el gibón

Desde pequeño, Julian siempre había sido fascinado por gibones. Aunque sabía que eran enemigos naturales de los humanos, no podía resistirse a la idea de acercarse a ellos y tratar de establecer algún tipo de contacto. Así que, cuando tenía diez años, tomó la decisión de escaparse de casa y vivir entre los gibones.

Durante los primeros días, Julian tuvo mucho miedo. Los gibones le veían como a un intruso y le hacían saber con gestos y gritos que no era bienvenido. Pero Julian no se dio por vencido. Se esforzó por aprender su lenguaje y, poco a poco, fue ganándose su confianza. Pronto, los gibones ya no le veían como a un enemigo, y Julian se sentía como en casa.

La vida entre los gibones era dura, pero Julian estaba dispuesto a todo con tal de seguir viviendo en su pequeño paraíso. Hasta que, un día, los científicos descubrieron su existencia. Julian se vio obligado a regresar al mundo de los humanos, a una vida que ya no le pertenecía.

Años después, Julian se convertiría en un célebre científico, dedicado a estudiar a los gibones. Y todo habría empezado gracias a un sueño, a


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