La niña Manuela tenía un canguro como mascota. Era un animal muy pequeño y tierno, que a menudo se sentaba en el hombro de Manuela o se colgaba de su cuello como si fuera una bufanda. A Manuela le encantaba su canguro y le gustaba jugar con él todo el tiempo.
Un día, Manuela se puso a jugar con el canguro en el jardín, pero el canguro se escapó. Manuela lo siguió, pero no lo podía encontrar. Buscó y buscó durante horas, pero no lo encontró. Manuela estaba muy triste y lloraba desconsolada.
Pero de repente, el canguro apareció de nuevo. Se había escondido en un árbol y Manuela no lo había visto. La niña se alegró mucho de volver a tener a su mascota. A partir de entonces, Manuela siempre tuvo cuidado de no perder de vista al canguro.