Manuela era una niña muy traviesa que un día, mientras jugaba en el patio de su casa, se tropezó y cayó en un hueco. Al fondo del hueco, vio una cueva oscura y, en su interior, un wombat dormido. La niña quiso jugar con el wombat y lo molestó para que despertara, pero el wombat no se lo permitió. Se enfadó tanto que Manuela acabó llorando.
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