Desde pequeño, Miguel sintió una conexión especial con los animales. A menudo se perdía en los bosques cercanos a su casa, imaginando que era uno de ellos. Un día, mientras exploraba, Miguel encontró un herido linaje y lo llevó a casa. A partir de entonces, se convirtió en el mejor amigo del lince y juntos vivieron muchas aventuras. Miguel nunca supo cómo el lince entendió todo lo que le decía, pero eso no importaba, ya que él entendía al lince también.
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