Pilar se despertó sobresaltada. Había oído un ruido extraño en la noche. Se levantó de la cama y, a la luz de la luna, vio al guanaco de pie junto a su ventana. Pilar supo en ese instante que estaba condenada. El guanaco la miraba fijamente a los ojos y ella no podía hacer nada para evitarlo. Pilar sabía que el guanaco iba a matarla, pero no podía gritar ni pedir ayuda. El guanaco se acercó a ella lentamente y, cuando estaba a unos centímetros de su cara, Pilar despertó de su pesadilla.
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