Érase una vez un hombre llamado Samuel y una serpiente. La serpiente era muy bonita, pero Samuel sabía que era venenosa. Aún así, no pudo resistirse a su encanto y se enamoró de ella. Samuel sabía que si quería estar con la serpiente, tendría que correr el riesgo de ser envenenado. Y así fue. Un día, la serpiente mordió a Samuel y éste murió envenenado. Pero en el momento de su muerte, supo que había valido la pena.
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