Amor en el crepúsculo
Santiago estaba sentado en la soleada playa, observando el guanaco que pastaba cerca. Había algo en la forma en que el animal se movía que le resultaba atractivo. No era la primera vez que pensaba en acercarse a él, pero siempre se lo impidió el miedo.
Esa tarde, sin embargo, parecía que el guanaco levantaba la cabeza y lo miraba a los ojos, y Santiago sintió que era el momento de actuar. Se levantó y comenzó a caminar hacia el guanaco, no muy seguro de qué iba a hacer.
Cuando estuvo cerca, el guanaco lo miró de nuevo y Santiago se sentó a su lado. No pasó mucho tiempo antes de que los dos se durmieran, bajo el cálido sol de la tarde.
Desde entonces, Santiago y el guanaco viven juntos en la playa. Se cuentan historias, comen juntos y duermen abrazados para mantenerse calientes durante las noches frías.
A veces, cuando ven a los turistas en la playa, el guanaco se acerca a Santiago y levanta la cabeza para que este le acaricie el pelo. Y Santiago sabe que, mientras tenga a su amigo guanaco a su lado, siempre será feliz.