Desde que Sebastian y la rana se conocieron, supieron que serían amigos para siempre. A menudo pasaban los días explorando el bosque juntos, saltando de lago en lago y cantando canciones.
Un día, Sebastian le contó a la rana que había tenido un sueño en el que él era un príncipe y ella una princesa. A partir de entonces, los dos amigos se imaginaron viviendo en un mundo de fantasía, donde todo era posible.
Cada día se inventaban nuevas historias, en las que eran héroes o villanos, hadas o dragones. Sebastian y la rana se lo pasaban en grande juntos, y siempre serían los mejores amigos.
